Si alguna vez has caminado por un antiguo bosque de robles o coihues milenarios te habrás dado cuenta de su inigualable belleza. Con sus troncos retorcidos, llenos de musgos y líquenes colgando de sus ramas a veces parecen verdaderos ancianos que te observan desde las alturas.Estos bosques están presentes en gran parte de nuestro país y son el hogar de una gran variedad de animales, desde pequeñas aves como el rayadito hasta grandes mamíferos como en zorro y el puma.
Sin embargo, hay una gran cantidad de organismos que pasan desapercibidos, sobre todo para el ojo inexperto, pero que cumplen un rol fundamental en la renovación del bosque. Es una comunidad que se oculta bajo las hojas caídas o entre las pequeñas grietas de troncos viejos, a la sombra de los matorrales. Un universo de pequeños monstruos y criaturas inimaginables, bellas y aterradoras. En este articulo te contaremos parte de la vida secreta de los pequeños cohabitantes del Valle Las Trancas.
UNA MAÑANA DE PRIMAVERA
Todo comienza en una soleada mañana de primavera. En un algún momento, la naturaleza, antes oculta bajo el manto de nieve despierta en una explosión de vida sin precedentes. Las semillas de robles y coihues, transportadas por el viento y el agua del deshielo, se asientan en el fondo de las quebradas y comienzan a brotar. Las aves salen de sus escondites y comienzan su armoniosa sinfonía en la copa de los árboles. La vida comienza un nuevo ciclo y ahí, entre tumultos de roca volcánica, en un pequeño valle de coirón, sobre las ramas muertas y achaparradas de una antigua Fabiana imbricata, un grupo de hormigas trabaja incansablemente.
LA UNION HACE LA FUERZA
Pertenecen a la especie Camponotus chilensis comúnmente llamado Hormigón Negro. Su hormiguero es una intrincada red de galerías y recamaras acondicionadas para la sobrevivencia de la colonia. En esta compleja ciudad subterránea nadie trabaja solo. Algunas van y vienen, a veces arrastrando trozos de hojas y ramas secas a sus espaldas. Otros custodian las entradas y flancos. Juntas reparan y reacondicionan el hormiguero. Seguramente la reina de la colonia, de mayor tamaño y con la capacidad de volar, dio la orden para la construcción de nuevas galerías y dependencias donde se alojará la siguiente generación de obreros. Pero de pronto las pequeñas trabajadoras se alborotan. Una enorme criatura se escurre entre las ramas y camina cerca del hormiguero.
LA MAS GRANDE ENTRE LOS MAS PEQUEÑOS
Es una hembra de Madre Culebra (Acanthinodera cummingii), el coleóptero más grande de Chile. Después de casi seis años alimentándose y viviendo en estado de larva en el interior del tronco de árboles viejos, ahora se ha transformado en este increíble coloso de grandes mandíbulas.
Ella deambula por el bosque al encuentro de un macho para aparearse y así poner sus huevos en algún árbol muerto. Algo interesante en esta especie es que el macho es más pequeño, de un color amarillento, capaz de volar y tiene hábitos nocturnos a diferencia de nuestra protagonista, más grande, de color negruzco, incapaz de volar y de hábitos diurnos. Ahora solo le quedan alrededor de tres semanas de vida por lo que tiene que apurarse y no presta atención al alboroto causado en el hormiguero. Pronto llega a una zona sombreada llena de tallos hojosos que ha crecido desde la raíz de un robusto Coihue.
LOS VAGABUNDOS DE LA HOJARASCA
Casi en la punta de uno de los tallos, muy asidos, gracias a los ganchitos de sus patas, un par de Gorgojos de líneas blancas (Aegorhinus albolineatus) se reproducen. El macho más pequeño que la hembra está montado sobre ella asegurándose de que el espermatóforo, una capsula con espermatozoides, sea transferido exitosamente, ya que de esto depende su descendencia. Sin embargo, un avispón pehuenche (Elaphroptera nigripennis) se posa a toda velocidad sobre las hojas junto al lecho nupcial de la desprevenida pareja. Ante este escandaloso desconocido, la pareja se deja hacer al suelo y se hacen los muertos en señal de defensa. El avispón no se da cuenta de nada y solo mira a su alrededor con mucha atención y a veces atisba en aire en busca de feromonas, la verdad es que anda en busca de una hembra. Sabe que en esta época deambulan bajo la hojarasca. Pronto se prepara para continuar su búsqueda, pero en cuanto abre sus alas, atisba algo moviéndose entre las hojas caídas, podría ser una ansiada hembra, así que agudiza la vista. Pero se da cuenta de que es una pequeña vaquita vagabunda (Callyntra carbonaria). Este escarabajo no puede volar así que se la pasa vagando entre la hojarasca para ocultarse del sol. Cuando encuentra algo de sombra mete la cabeza y se queda muy quieta, durante varios minutos y luego continua su errático viaje. Junto a ella pasa también la madre culebra, que se adentra en los matorrales. Sin más contratiempo, nuestro avispón, también continua su incansable búsqueda y se pierde entre los robles.
EL JOVEN DE CHAQUETA ELEGANTE
A unos metros más allá la madre culebra sigue su recorrido. Ahora cruza una zona de troncos de viejos robles que cayeron durante el último invierno. En uno de ellos hay un ser muy peculiar, un robusto joven de traje elegante, algo parecido, pero de otra especie. Se trata de un hermoso escarabajo charol (Streptocerus speciosus) cuyo nombre hace referencia al lustroso brillo de sus élitros. Parece muy concentrado en su búsqueda de comida. Cuando encuentra una pequeña grieta en la madera, mete su cabeza para extraer algo de sabia. Aunque no es el macho que busca, la madre culebra se detiene, algunos congéneres pueden resultar algo territoriales y no tiene tiempo para peleas sin sentido. Sin embargo, después de unos minutos, el escarabajo charol se pierde bajo el tronco y no vuelve a salir. En eso la madre culebra aprovecha de cruzar y alejarse.
LAS TIMIDAS HADAS DEL BOSQUE
Ahora una nube pasa lentamente, bloqueando los rayos del sol y el viento comienza a soplar más fuerte. Esto provoca que varias mariposas muy pequeñas de color blanco parecidas a polillas se echen a volar, volando erráticamente alrededor de las hojas y ramas donde pronto vuelven a posarse. Una de ellas, se queda muy quieta. Su traje blanco y sus ojos de un tono azulado la hacen ver como una pequeña hada del bosque. Continua en su lugar, inmóvil, tal vez a la espera de otro ventarrón. Estos diminutos lepidópteros se la pasan revoloteando en los matorrales donde se alimentan.
EL ENCUENTRO AL ATARDECER
Ya se va haciendo tarde y nuestra protagonista continúa deambulando en busca de un macho. Entonces, algo agotada, se acerca a unas ramas secas para buscar un refugio. Pero antes de encenderse en la sombra, un llamativo zumbido se eleva sobre el tenor de los saltamontes y cigarras. Una presencia inquietante pasa volando sobre ella.
En un instante, un desconocido aterriza unos metros más allá. Atenta, la madre culebra se acerca, atraída por su aroma irresistible. Es su primer pretendiente, un saludable macho de grandes antenas y alas esplendorosas. Así, sin perder más tiempo, se unen en una efímera velada de amor, a la sombra del bosque, mientras el sol sucumbe bajo las alas de la noche infinita.
ESTA HISTORIA CONTINUARA…