EXCURSIÓN LAGUNA HUEMUL

Un pueblo gentil

9:30 am. Después de pasar a la comisaria para dejar nuestros datos e indicar que pretendíamos subir hasta la Laguna Huemul, hicimos dedo en la calle principal que va hasta el centro de esquí y a los pocos minutos se detuvo una chica argentina en un Jeep 4×4 que por suerte nos dejó muy cerca del comienzo de la ruta. Ella administraba un pequeño local de empanadas y cervezas artesanales llamado “Matriz”. Antes de despedirse nos dejó la invitación. Era parte de la comunidad tranquina donde los puestos de comida, restaurantes, complejos turísticos, cabañas y hoteles revelaban la esencia del lugar que desde hacía varios años se había transformado en uno de los destinos turísticos más visitados de la región.

No habíamos caminado más de diez minutos cuando se detuvo una camioneta roja y el conductor, un campesino de pocas palabras nos indicó que subiéramos en la parte trasera para llevarnos. Pronto se detuvo en un recodo del camino y nos bajamos agradeciendo el gesto y deseando buen día. Así tomado la gentileza de los lugareños como una bienvenida comenzamos a caminar rumbo a la Laguna Huemul.

Shangri-La

El camino era algo pedregoso, con cercos a ambos lados y algunas cabañas de aspecto rustico a la sombra de los robles. Andábamos a paso lento, sintiendo el calor tenue del sol de la mañana y escuchando el canto de los pájaros, zorzales, ralladitos y picaflores que revoloteaban alrededor.
Luego de caminar una media hora llegamos al final del camino por donde subían los automóviles y que marcaba el verdadero inicio de la ruta. Después de acomodamos las mochilas y tomar un poco de agua, comenzamos a subir.

En la medida que avanzábamos la pendiente aumentaba y la ruta comenzaba a zigzaguear entre un bosque de lengas, robles y coihues algunos con aspecto de ancianos enclenques luciendo sus características “barbas de viejo”. Después de casi una hora, la pendiente comenzó a disminuir, el bosque aclaro y el suelo arcilloso se transformó en una arenilla negruzca mezclada con rocas de origen volcánico. Estábamos a la entrada del Valle de Shangri-La, cuyo nombre evocaba ese paradisiaco valle perdido en algún lugar del Himalaya descrito en la novela de James Hamilton.

Entre rocas volcánicas

Soplaba una brisa fresca y suave, el abrazo efímero de la montaña y en la lejanía los volcanes Chillan Viejo y Chillan Nuevo con sus cumbres escondidas entre las nubes. Desde ahí, enormes roqueríos se levantaban a ambos lados del camino, era el famoso escorial, un verdadero rio de lava petrificada formado por las sucesivas erupciones del complejo volcánico Nevados de Chillan. A pesar de que nos faltaba bastante para llegar a la Laguna Huemul, decidimos ir mas lento, el paisaje era impresionante.

Admirados por la geología de la zona y la naturaleza agreste que sobrevivía entre las rocas no tardamos en llegar a una enorme planicie entre el escorial y el cerro que llaman Las Cabras. Al cruzarla llegamos hasta uno de los puntos señalados en el mapa, las ruinas del Refugio Shangri-La, una estructura de cemento, piedras volcánicas y algunas vigas de madera que aun resistían el paso del tiempo. Ahí nos hidratamos y descansamos un rato antes dar inicio a la parte más difícil de la ruta, ya que teníamos que subir el cerro Las Cabras de 1950 m de altitud. Pronto nos pusimos en marcha siguiendo un pequeño curso de agua que bordeaba la planicie hasta que encontramos un sendero que se adentraba en el bosque. Eran alrededor de las 11:30 de la mañana.

Escaleras de piedra

Los últimos temporales habían dejado una gran cantidad de árboles caídos que a veces cerraban el paso y hacían difícil seguir el sendero, además de tener que cruzar algunas zonas anegadas por los riachuelos, pero sabíamos que había que seguir subiendo y que pronto saldríamos de aquel bosque. De pronto un graznido fuerte y el sonido de un aleteo entre el follaje nos llamó la atención. Al mirar detenidamente vimos que era una pareja de loros Tricahue alertados por nuestra presencia. Eran parte de la rica avifauna local.

Seguimos nuestro camino esperando que el sendero se abriera, sin embargo, la pendiente aumentaba cada vez más y el sendero ya casi libre de árboles, se hacía cada vez más escarpado. Di gracias por mis zapatos con buena huella y con caña alta que protegían los tobillos y me aseguraban un paso más o menos seguro ya que en un momento comenzamos a subir por una especie de escalera de piedras, con bolones y rocas sueltas, una zona de acarreo donde es fácil perder el equilibrio y donde a veces se requería sujetarse con las manos.

Alrededor de una hora y media se nos fue en esa subida, sorteando rocas, matorrales y pequeños manantiales, por un sendero que a veces bordeaba un profundo acantilado por donde caía una cascada con abundante agua. Luego el camino se hacía menos empinado pero la altura y el sol no menguaban y entonces también agradecí la botella de dos litros de agua que llevaba en la mochila, el bloqueador solar, mis gafas con filtro UV y mi gorra de estilo legionario para protegerme del sol.

La laguna congelada

En los últimos tramos el sendero comenzó a cubrirse de nieve por lo que había que pisar fuerte y con mucho cuidado para no resbalar. La cumbre del cerro Las Cabras cada vez mas cerca, se asomaba como una corona blanquecina. Llegamos a la cima a eso de las 14:00 y al fin pudimos apreciar la encantadora “Laguna Huemul” llamada así por qué antiguamente los lugareños encontraron huemules bebiendo de sus aguas.

Nos quedamos en silencio varios minutos, contemplando y admirando aquel paisaje único; los filos y cerros formaban una especie de ermita natural en cuyo fondo se hallaba la laguna. Estaba casi completamente cubierta de nieve, pero un anillo de agua turquesa se había formado a su alrededor dándole un aspecto boreal; a nuestras espaldas más allá del valle, el complejo Nevados de Chillan se imponía como un coloso de los andes. Sin duda un paisaje sobrecogedor e imponente y cuya visión avivo nuestros espíritus.

Estuvimos alrededor de una hora en aquel lugar y después de comer unos sándwiches, reponer fuerzas y hacer algunas fotografías comenzamos la bajada, pues aún nos quedaba la mitad del camino de vuelta, pero la mítica Laguna Huemul es un destino que vale la pena cada gota de sudor y toda la energía que dejamos en el camino ya que cada rincón, desde los bosques de lengas, el escorial, los acantilados, los riachuelos y cascadas, el canto del chucao y la llamada del Tricahue son una invitación a seguir.


Si necesitan más información de la ruta y los requerimientos para visitar la Laguna Huemul por el Valle Shangri-La revisa https://trancas.cl/laguna-del-huemul/ y no dudes en escribirnos. Por nuestra parte solo les pedimos conciencia y responsabilidad para cuidar este increíble lugar.

Sin tienes el privilegio de visitar Laguna Huemul o cualquier otro entorno natural, llévate siempre tu basura y solo deja tus huellas 🙂

Hans Nourdin

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